La Lotería

Cuentan que una noche, en que los vecinos se reunían para jugar lotería, como lo hacían a diario en ese pueblo, eran alrededor de las diez, de pronto, llegó y se estacionó, un auto negro con vidrios oscuros, el cual , se detuvo frente a las mesas de juego.

El chofer apagó el motor, abrió la puerta trasera del auto y un señor alto, delgado, con el cabello ligeramente cano, muy corto, ojos de color y una sonrisa en el rostro, se bajó del auto, lo cual causío extraneza a los jugadores.

Estaba muy bien vestido, un impecable traje y corbata negro brillante, camisa blanca. Las señoras lo miraron fijamente, pues era muy bien parecido y de buen porte, los señores algo desconfiados también lo observaron de pies a cabeza.

El hombre dió las buenas noches y pidió unirse al juego, lo cual fue aceptado por todas las señoras sin reparo. La conversación empezó con su presentación, seguido de un ofrecimiento de trabajo en su nuevo taller de costura.

Los hombres saltaron de sus sillas en desacuerdo, alegando que no podían llevarse a sus mujeres. Y el hombre se retiró de forma amable dejando el ofrecimiento abierto para quien quisiera aceptarlo, esto trajo preocupación e incertidumbre  en los presentes.

La siguiente noche a la misma hora, las cartas se echaban en una partida de lotería algo tensa, pues las mujeres hablaban en secreto detrás de sus maridos pensando aceptar el ofrecimiento, ya que esto, les iba a representar más ingresos.

-El cántaro, el camarón, el soldado, el diablito…-

Entonces aparece el extraño, llega en su auto…toma una silla y se une al juego, mientras los hombres se organizan entre sí para echarlo de ahí, ante los reclamos y violencia él no se retira, pero hace un ofrecimiento, el cual repite:

-No busco exclusivamente mujeres, ustedes también me serían muy útiles, ya que no hay cartas de poker, juguemos en la lotería el derecho a llevarlos conmigo- puso un costal de billetes en medio de la mesa, causando sorpresa y tentación a todos los presentes.

Los hombres se miraron unos a otros con avaricia. Yo veo maravillosas cualidades en todos ustedes y sé que son hombres de ley, así que, apueste la voz de aquel que me dijo “no”, apueste sus brazos aquel que levantó la mano para armar el alboroto.

También, apueste los pies de aquellos que vinieron hasta aquí para echarme, la voluntad de  aquellos que solo siguieron a los demás, los ojos de los que me observan con morbo, es todo lo que quiero, no me llevaré a sus mujeres, y si cualquiera de ustedes gana entre todos se reparten el dinero.

Movidos por la avaricia, no dudaron en aceptar, al final ellos eran más de 30 ¿Cómo podría el ganar? La partida comenzó de inmediato, los hombres reían pues tiradas las primeras cartas el extraño hombre no había obtenido ninguna.

-El pescado, la escalera, la botella, el diablito…-

Y el fuereño tomó un grano para ponerlo en su carta, después de ahí, de corrido, toda su carta se llenó y gritó -LOTERÍA-, dijo el hombre bien vestido, se levantó de la silla para reclamar lo que le pertenecía,

Con una sonrisa hizo un ligero movimiento con su mano, un remolino se levantó en el centro de la mesa, haciendo volar, dinero, piedras, cartas, la lotería entera. Algunos aprovecharon para tomar unos cuantos billetes y se los guardaron en sus bolsillos.

Pero estos se convirtieron en dientes que los mordían con odio, dejando heridas muy profundas y sangrantes. Sombras ahumadas salieron de entre los árboles, se fueron contra las personas, desgarrando sus ropas y dañando su piel…

-La voz de aquel que me dijo “No”-, las sombras se lanzaron todas sobre un hombre lo hincaron frente al ganador de la partida y este metió su mano por la boca, arrancándole la garganta, para comerse luego su lengua.

-Los brazos de aquel que levantó la mano para armar el alboroto- entonces las sombras hicieron un remolino en el cual alzaron a otro hombre dándole bruscas vueltas hasta que sus brazos se desprendieron de su cuerpo, salpicando a muchos con su sangre.

-Los pies de aquellos que caminaron  hacia mí para echarme-

Cientos de criaturitas blancas como bolas de algodón cayeron de los árboles, mordiendo los tobillos de la mayoría de los presentes, desgarrándose de a poco hasta sus caderas.

Mientras ellos se arrastraban en un profundo grito de dolor, el extraño caminó entre los cuerpos que estaban tirados en el piso diciendo – La voluntad de aquellos que solo siguieron a los demás- y a su vez con un súbito jalón en la espina  exponía su cerebro el cual después aplastaba entre sus manos.

-Los ojos de aquellos que observaron con morbo- todas las personas que habían presenciado el acto fueron invadidas por las sombras que  rodeaban sus cuerpos, metiéndose estas por la boca, e inflando sus ojos hasta hacerlos estallar en sangre.

El hombre bien vestido acomodó su corbata, limpio la sangre de su rostro y manos mientras decía –No me llevaré a las mujeres, pero toda aquella que quiera coser el cuerpo de su marido es bienvenida en mi taller-…

Posiblemente, alguna aceptó su ofrecimiento y en lugar de pasar las noches jugando lotería aún se encuentra en el taller, tratando de unir de nuevo a su marido… esta tragedia, apareció reflejada en la última carta que estaba sobre la mesa, el extraño personaje maléfico, era el diablo.

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